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La caída de Gasca Neri: dos versiones
por Juan Carlos Romero Puga


El segundo semestre de 1998, la Presidencia de la República echó a andar uno de sus planes más ambiciosos. El presidente Ernesto Zedillo y su secretario de Energía, Luis Téllez Kuenzler sostenían, en público y en privado, que en el corto plazo el gobierno federal estaría imposibilitado para atender la demanda de electricidad si la ayuda del capital privado no entraba de lleno a la participación en esa industria.

Fue precisamente en agosto de ese año, justo durante el 61 aniversario de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que el doctor Zedillo explicaría como apremiante la inversión del sector privado para poder satisfacer el crecimiento en la demanda en los siguientes siete años. El presidente advertiría que ésta crecería en un 6 por ciento anual, por lo que México necesitaría inversiones por 220 mil millones de pesos. Para cumplir esa meta, dijo, se debían encontrar nuevos mecanismos para sumar el esfuerzo del sector privado al del gobierno.

Entonces director de la CFE, Rogelio Gasca Neri advertía que el crecimiento de la demanda exigía una cuidadosa asignación presupuestal de las inversiones en el sector, además de lograr mecanismos que promuevan la inversión, el financiamiento, construcción y operación de infraestructura eléctrica con esquemas privados que complementasen la inversión de la paraestatal, en áreas permitidas.

Algunos advertían que la "prisa" del titular de Energía por privatizar el sector eléctrico, obedecía más, en apariencia, a compromisos anteriormente establecidos con organismos de crédito internacionales que condicionaron la entrega de empréstitos a la participación de capitales tanto nacionales como extranjeros en este campo.

No obstante, la administración pasada encontró a su principal saboteador en el propio director de la CFE, quien se encargó de dotar de argumentos a quienes se oponían al proyecto privatizador de Téllez y Zedillo. El 15 de diciembre de ese año, Rogelio Gasca señaló que el sector eléctrico no vivía una situación de crisis como la que se planteaba desde el discurso oficial, que no existía una real urgencia, y que entre la demanda pico y la capacidad de generación había un colchón de más de 12 mil megawatts, que eran equivalentes a un margen de reserva de 30 por ciento.

En enero de 1999, se creía que el enfrentamiento por el tema eléctrico había llevado a un punto de quiebre al interior del equipo, o por lo menos fueron las primeras versiones luego de que Gasca Neri presentara al presidente de la República su renuncia al puesto, el cual sería ocupado de inmediato por Elías Ayub los últimos días del mes.

El 2 de febrero, Zedillo lanzaría su propuesta formal para permitir la apertura del sector: "Si hoy no tomamos las decisiones correctas, la infraestructura eléctrica sería insuficiente en pocos años, y se convertiría en un obstáculo para el crecimiento de la economía y para la creación de empleos".

Fue entonces cuando Luis Téllez pudo debatir con mayor tranquilidad y calificar abiertamente como una ''subestimación de los requerimientos de la demanda'', las declaraciones del ya ex director de la CFE.

Rechazar la privatización de la industria eléctrica, explicaría en su nueva ofensiva el secretario de Energía, obligaría al Estado a desviar recursos de otras actividades para mantener y expandir la infraestructura eléctrica al ritmo de la demanda, lo que implicaría costos sociales elevados y pondría en riesgo proyectos de inversión industrial incluso ya comprometidos.

A Téllez se le buscaba y se le interrogaba sobre si la renuncia del director había obedecido a discrepancias con el proyecto gubernamental de privatizar el sector eléctrico. Sin embargo, el titular de Energía subrayaba insistentemente que, incluso las inversiones realizadas en la industria durante este sexenio, financiadas con capital privado, habían sido promovidas por el propio Gasca.

Pronto, el segundo hilo conductor comenzó a salir de las oficinas y pasillos de la SE. Las diferencias no habían llevado a Rogelio Gasca Neri a trasponer las puertas de la dependencia a su cargo. En la realidad, la renuncia pactada tenía mucho más que ver con la "transparencia" que Alfredo Elías Ayub garantizaba en el proceso de venta. A Gasca, amigo del presidente Zedillo, muy pronto le harían acusaciones de corrupción.

El presidente, por su parte, fiel a sus amistades, subió al ex director de la CFE a un avión para ponerlo en el consulado de Austin, Texas... El proyecto privatizador no prosperaría.

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