INDICADOR POLITICO
Carlos
Ramírez
Martes, 13 de noviembre de 2001
Fox
incumple y naufraga la alternancia
Lo grave: un país dividido y enfrentado
Preocupado por eludir el contenido de la crítica y obsesionado
por los niveles perdidos de popularidad, Fox se enfila hacia su
primer año de gobierno este 1 de diciembre con la evidencia más
grave de la crisis de la alternancia: un país dividido. Fox está
atrapado en una crisis típica de ingobernabilidad: cuando las
ofertas del gobierno son menores a las demandas de la sociedad.
La inflexibilidad gubernamental se localiza en lo profundo de las
desavenencias. Pero el problema no radica sólo en los
desacuerdos sino que éstos han llevado al enfrentamiento de
sectores, rebasando la poca habilidad del gobierno para entender
que los choques son por las políticas parciales del ejecutivo
federal. La presión al Legislativo llevó al choque de la
Coparmex y el Consejo Coordinador Empresarial con la Cámara de
Diputados. Y la iniciativa privada en pleno ya protestó por la
inseguridad.
Lo peor de todo es que el proceso de fragmentación de la República
obedece ciertamente a posiciones irreductibles de sectores pero
también a la insistencia presidencial en programas parciales,
sobre todo a la ausencia de operadores políticos y finalmente a
la inexistencia de una agenda para el cambio político. El choque
de Fox con los medios no obedeció a su preocupación por
conducir su mensaje político, sino al hecho de que la crítica
había ocupado el vacío político de propuestas de fondo.
Los desajustes provocados por el asesinato de la abogada Digna
Ochoa tienen su referente con la existencia activa de los grupos
clandestinos de la violencia del viejo poder político. Los
desacuerdos con el Congreso refieren, sobre todo, la inexistencia
de un acuerdo de gobernabilidad entre dos poderes con
correlaciones internas nuevas. Y los retrasos en la reforma
fiscal exhiben a un ejecutivo que presentó una iniciativa a su
propio gusto y un Legislativo que quiere aprovechar las lagunas
sociales y de interpoderes.
Pero el
fondo tiene un escenario mayor: Fox no ha cumplido con su oferta
de campaña de revisar y castigar el pasado de corrupción,
represión y pobreza del largo ciclo priista. A Fox pareció
olvidársele muy pronto que la elección del 2 de julio obedeció
a la lógica de la transición política. Pero Fox no ha querido
romper con el pasado priista y tampoco elaborar un proyecto de
transición de terciopelo, sino que ha gastado un año en la
reiteración de un mensaje de optimismo que carece de referentes
con la realidad del ciudadano.
Todos los conflictos que padece el gobierno foxista _los medios,
el Congreso, los grupos oscuros del viejo poder_ responden a una
crisis de transición: el agotamiento del viejo Estado priista.
El colapso de la crisis del Estado de bienestar no ocurrió con
el resultado de las urnas sino con la ausencia de un modelo
alternativo de Estado en el programa de gobierno de Fox. El
problema radica en la decisión del presidente de la República
de gobernar con nuevos estilos mediáticos pero con las viejas
estructuras de poder del sistema priista y sus redes de intereses.
Si en Los Pinos hay sensibilidad política y no sólo preocupación
mediática, esta semana será decisiva para tomar decisiones de
fondo en la estrategia política. El presupuesto sin reforma
fiscal y por tanto un escenario apretado para 2002 significará
una clara derrota política del gobierno. Y en doble sentido: no
se trata solamente de enfrentar un segundo año de estancamiento
con escasez de recursos fiscales, sino el mensaje del presidente
Fox de que no revisará el pasado económico que le heredó
Zedillo con ingresos etiquetados por el rescate bancario como una
de las grandes maniobras de corrupción del sistema priista.
La ausencia de un proyecto de redefinición del modelo político
del país ha llevado a conflictos que le dividen país y
dificultan la capacidad de gobierno. El acoso contra el Congreso
en nada le ayudó a Fox para la aprobación de su reforma fiscal
porque los foxistas no entendieron la lógica de funcionamiento
del Legislativo y el papel de la bancada priista. Y el plantón
de la Coparmex _muy al estilo de la izquierda radical perredista_
quiso "ayudar" al gobierno foxista pero lo enredó más.
Aunque a muchos foxistas no lo reconocen, en realidad el
presidente Fox abandonó la oferta de cambio que privilegió en
la campaña y redujo su programa a dos puntos decisivos: la
continuidad de los estilos y objetivos priistas y la consolidación
de un modelo neoliberal de desarrollo. La política fiscal y la
iniciativa de privatización eléctrica son las mismas que vienen
desde Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Son propuestas de suyo
parciales, como si no hubiera existido el sentido del voto del 2
de julio.
La clave de la gobernabilidad del sistema priista consistió en
la capacidad de inclusión de todos los grupos. Cuando el PRI
abandonó la ley política del péndulo _gobiernos oscilantes
entre el progresismo y el conservadurismo_, los grupos sociales
excluidos operaron a favor de la alternancia. El punto central
del voto que llevó a Fox a la presidencia radicó justamente en
la posibilidad de un proyecto de gobierno incluyente.
Pero las evidencias de un país dividido deberían prender los
focos de alarma en Los Pinos. Las alternancias y las transiciones
entraron en zonas de peligro cuando los gobiernos entrantes no
cumplieron con las expectativas de los grupos activos de la
sociedad, lo mismo los radicales que siguen tomando por la fuerza
instituciones legislativas, que los oscuros que operan en la
clandestinidad para exacerbar los ánimos sociales.
En el fondo, los problemas de gobernabilidad de Fox siguen siendo
los mismos: cómo resolver el pasado priista de represión,
corrupción y pobreza. Fox debería aprender de experiencias:
Argentina buscó el sobreseimiento del pasado de represión, pero
ya le saltó una resolución judicial que le exige al gobierno
juicios y castigos a los represores. Al final, los adversarios
reales de Fox son los grupos clandestinos de poder que dominan el
sistema priista vigente y no los medios que critican con nombres
y apellidos al calce.
Al final, el
país quiere una transición real y Fox parece ofrecer nada más
la continuidad priista. Ahí se localiza la crisis de
gobernabilidad de Fox en su primer año de gobierno.
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